Una experiencia de Dios en toda regla. Un Dios que nos llama a la comunión; pero también a romper tópicos, derribar obstáculos, trazar caminos nuevos, otear el horizonte... y sobre todo, a escuchar de manera contemplativa el mundo que nos rodea, el mundo de los jóvenes. Gracias a Lydia por su sensibilidad, por saber emocionarnos, por los susurros de tantos jóvenes que ella supo hacer gritos para nuestros oídos, por saber poner palabras de Evangelio en sus vidas... Las anécdotas más banales -que también son importantes- las dejamos para cuando nos veamos".
Un abrazo desde Palencia, JUANAN
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