INMA EN EL CAMINO A SANTIAGO.

jueves, 20 de agosto de 2009

MI EXPERIENCIA DEL CAMINO DE SANTIAGO Quiero compartir con vosotros, comunidad itinerante de Monte Carmelo, algo de lo vivido en el Camino de Santiago. Es la primera vez que lo hacía y quiero que no sea la última. Lo siento, pero esta vez no tengo fotos, espero que aguantéis leyendo tanto sin dibujitos. Como todas las cosas importantes que nos disponemos a hacer en la vida, necesitan de preparación, cuidado, acuerdos, disposición, llevarlas a cabo y agradecerlas. Pues esta experiencia no iba a ser menos. Apareció la idea entre nosotras, fruto de la ilusión, la espontaneidad y el “¿porqué no?”. Fijamos unas fechas, se acotaron las etapas, se dijeron algunos acuerdos o disposiciones sencillas para tenernos en cuenta a cada una y así fuimos aproximándonos a realizar esta experiencia. Voy a ir contando de forma sencilla y a modo de crónica narrativa lo que a los largo de estos 10 días de verano he/hemos vivido. En esta pequeña crónica quiero recoger aspectos que me han movilizado por dentro o que me han frenado. Las motivaciones que me han llevado a hacerlo y “la conversación que nos traía por el camino”, como a los de Emaús. La primera ampolla la he tenido, la he visto al llegar a Villafranca del Bierzo, sin andar ningún kilómetro, esto resulta paradójico pero real. Desde el lugar de salida hasta el de inicio del camino tuve que coger 5 autobuses diferentes, junto con el calor de Castilla y las botas para caminar ya puestas…la ampolla salió sin avisar. Comenzamos buscando albergue y una vez allí disfrutando del lugar: la colegiata de Villafranca, playa fluvial, sello en el primer pueblo, conocer el camino para salir al día siguiente. Llegamos a Vega de Valcarce, y comienzan las rutinas propias: ducha, masajes en los pies, comer, descanso o siesta para reponer fuerzas. Al dar un paseo por el pueblo, encontré en una tienda de recuerdos una camiseta que ponía: “Sin dolor, no hay gloria”. Curiosa la frase y muy cierta. Con otras palabras, no dejes que el dolor te paralice, la alegría por el camino recorrido y llegar a la meta ya es la gloria. Las piernas van despacio, pero no paran. A veces necesito tomar aire, respirar hondo y renovar el aliento. Encontramos personas con las que hemos compartido más de lo que nosotros podríamos conocer. Así nos hemos ido encontrando y deseando: ¡Buen Camino! Expresión o saludo que nos ofrecíamos unos a otros, me sorprendía gratamente porque me hablaba de que nos teníamos en cuenta y nos animábamos unos a otros en el camino que realizábamos, fuera largo o corto, fácil o difícil… Doy gracias a Dios por tener la oportunidad de caminar. En mí está un profundo sentimiento de llegar a una meta, de recorrer este trecho del camino creyendo de verdad que soy capaz, que puedo hacer experiencia de que el Señor me sostiene y que El es mi fuerza en medio de la debilidad que experimento. Te pido tu bendición en esta noche para dar de mí todo lo que pueda en el día de mañana. Llegó la etapa que tanta fama tiene: O Cebreiro. Etapa dura, pero posible. Nos dijeron que se tardaban 3 horas más o menos. La hicimos bien, pero cuando llegamos al pueblo empezó a llover, tanto llovió que llegamos caladas hasta los calcetines. El pueblo en el que teníamos previsto parar, tenía el albergue en obras pero no lo sabíamos. Ahora se me ocurre otra frase como la de la camiseta que encontré el día anterior en la tienda de recuerdos: “Sin temporal no hay credencial”, parece que el sentido del humor en medio de la dificultad no desaparece, eso es una bendición. Decidimos seguir caminando al siguiente pueblo. En medio de tanta dificultad vemos gestos de generosidad que agradecí muchísimo. Un peregrino nos ofrece meter nuestra ropa, si lo necesitábamos, en la secadora. Experimentamos todo lo que se puede hacer con una cuerda en un lugar estrecho para secar la ropa mojada. Cenamos en un espacio muy estrecho una lata de sardinas con tomate. En estos momentos valoro tener casa, cama, techo, pan, compañía… paz y serenidad en medio de todos los contratiempos. Subir a O Cebreiro me ha costado, pero cada vez que ponía el bastón una vez en la tierra recordaba a las personas que me han apoyado para hacer éste camino y las he ido nombrando. Llegamos a Tricastela (tres castillos). A la entrada del pueblo nos recibe un castaño precioso, en el que por la tarde nos hicimos una foto. Después del ritual de cada día: ducha, cuidado de los pies, comida, etc. Nos dimos un paseo por el pueblo y encontramos la iglesia. Nos acercamos a participar de la Eucaristía. El sacerdote nos dio una hoja en la que explicaba el sentido del camino como camino personal, de conversión, de universalidad, de fraternidad y de sacrificio. Esta hoja la repartió en todos los idiomas de las personas que estábamos allí. Valoro el esfuerzo de este sacerdote por ayudar a los peregrinos a vivir, desde su idioma, la experiencia y llenarla de sentido, dentro de las limitaciones que tiene el tiempo. Doy gracias a Dios por este día, por el cansancio y también por la fortaleza. Nos ponemos en camino hacia Sarria, la cuarta jornada, en este pueblo se unen muchas personas, ya que es el punto de límite de kilómetros para recibir la Compostela. En esta etapa, mi propio ritmo me hace recordar lo que habíamos hablado antes de emprender la ruta, cada una tenemos que ir a nuestro ritmo, porque no podemos forzar ni por exceso ni por defecto. Al final del día brota de mí esta oración: Gracias Señor, por la vida. Gracias, por cuidar de mí, de nosotras. Gracias por tu amor y tu misericordia. Gracias por decirme que me esperas en el camino de la vida. Hoy te haces Dios concreto en mí en forma de: humildad, autonomía y acogida de los demás. De Portomarín a Palas de Rei – tuvimos que madrugar mucho más que otros días. Al caminar sola en algún tramo, he visto sensibilidad por parte de alguna persona que realizaba sus tareas cotidianas, como cuidar sus vacas o conducir su camión de transporte, saludar a un peregrino, en este caso a mí, me ayudó. Este día ha sido duro, muchos kilómetros y dolor de pies, rodillas, hombros, agujetas, etc. Hoy el cansancio nos. Llegando a Ribadaxo da Baixo, y tras lo costoso del camino, en este caso por las cortas subidas y bajadas, pero también por la monotonía del mismo, disfrutamos de un entorno precioso y de un albergue con unas instalaciones muy buenas y acogedoras. De nuevo en Pedrouzo – Arca, a buen ritmo y al lado de otras personas, me vino a la cabeza la expresión que me dijo una persona que ya ha hecho el camino varias veces y ahora presta su servicio como hospedera en un albergue. Ella me dijo: “Déjate hablar por el camino”. Tras recordar todo lo que el “camino” me había hablado hasta este momento, seguí profundizando en esta expresión, recorriendo los objetos, momentos y situaciones que en sí mismas hablan, con el deseo de profundizar en ellas, si ayuda. Estos elementos son: bastón – los bastones son apoyo para el camino, en mi caso agradezco los bastones reales que he llevado, porque son de mi compañero de trabajo, con el que comparto el día a día, pero también los bastones son una oportunidad en ocasiones, reales y en otras simbólicos. Personas en las que nos apoyamos para poder llevar a cabo algo. Cuerpo – el de cada uno, el que hay que cuidar y dar el descanso necesario. Unido a la salud, de la que gozas y por ello puedes hacer el camino. Pies – que te sostienen y te permiten ir de un lugar a otro, de una señal a otra, de una persona a otra. Mochila – con todo lo que esta implica de pensar en lo imprescindible, y aún así seguro que todavía se pueden dejar cosas. La mochila también habla de peso, de lastre que impide o molesta a la hora de dar pasos concretos. Mojón de kilometraje – nos indica cuanto falta y cuanto has recorrido ya. Ante ellos puedes expresar tu fastidio por lo que te falta y tu satisfacción ante el tiempo y distancia transcurridos. También te ayudan a orientarte, a no perderte, te indican el camino. En algunos mojones kilométricos las personas han dejado su firma, su huella, te hace expresar que el camino no lo haces solo, otros lo recorren contigo. El kilómetro 100, casi es un santuario, es todo un ritual pararse en él y en forma de ceremonia, hacerse la foto de grupo, foto que será un recuerdo y a la vez un sacramento de la vida para todos los que por allí pasan caminando. Flecha amarilla – es la misma siempre, pero en distintas posiciones. Esta señal te pone en una dinámica de confianza, es decir, de ella te tienes que fiar, ya que indica el lugar adecuado. Llega un momento en el que te acostumbras a verlas y en otros momentos tienes que buscarlas porque las necesitas, sobretodo cuando la oscuridad de la noche lo cubre todo y tienes que seguir caminando aún a tientas. Esta flecha orienta a muchos peregrinos que han pasado, a los que están pasando y a los que pasarán, a ellos también les guían, ellos también las necesitan. Las personas nos sentimos necesitadas de señales que orienten nuestro caminar. A lo largo del camino de la vida, vamos caminando con diferentes personas, grupos, amigos, sentimientos, emociones, limitaciones, realidad,… podemos ponerlos a todos ellos cerca de esta señal para dejar que ella nos/les proteja y oriente. Cuando ya has recorrido muchos kilómetros, se te agudiza la vista, aprendes a discriminar las señales. ¿Es que ya te dejas orientar definitivamente por ellas y por la persona que con buena intención las puso para ti en el camino de la vida?

Noche – la que recibe tu cansancio y la que te acoge en el camino cuando se impone el madrugar más. La que te arropa en la oscuridad y que te permite contemplar las estrellas como un manto de cariño y de abrigo que con su tenue luz dan seguridad. Unido a la noche podemos recordar la necesidad de linterna para ver las señales del camino. También nos pasa en la vida de cada día que en medio de la noche, de “el no ver”, necesitamos de alguna luz más concreta y cercana que nos alumbre, esa luz, normalmente se comparte con el grupo, unos la ofrecen y otros la reciben. Albergue – lo primero, saber dónde está el lugar en el que te vas a alojar, en donde dormirás y harás el ritual de cada día. Una vez que sabes dónde está, guardar tu turno, hacer cola de mochilas, uno detrás de otro. Unos con más seguridad que otros, pero todos bajo la incertidumbre ante lo desconocido unos y otros por si tendrán lugar allí. La cola de espera es lugar de encuentro, de caras nuevas y de las personas que ya nos son familiares porque llevamos coincidiendo desde otros pueblos. En Pedrouzo nos planteamos participar en la Eucaristía y después de la misma, el sacerdote, nos ofreció a todos los peregrinos quedarnos para tener un rato de oración. Los salmos, las lecturas de la Palabra, los cantos repetitivos en forma de lluvia que empapa la tierra de nuestro interior, me fueron tocando por dentro. De nuevo me vino a la mente la frase de Deuteronomio que me ha acompañado tanto estos últimos meses: “Elige la Vida y vivirás”. Ya en la meta: Santiago de Compostela. La alegría por la llegada no evita el terrible dolor de pies y el cansancio, solamente está ahí para recordarte que lo has conseguido, no con tus propias fuerzas sino con las que te regala el Señor de la Vida. Lo primero que hicimos fue dirigirnos a la oficina del peregrino para recibir la Compostela, es decir, dar crédito de lo que hemos hecho hasta ese momento. Asistimos a la misa del peregrino en la que jóvenes del colegio de la Salle de Madrid participaron leyendo alguna monición y un grupo de scout de Italia cantando. Dimos gracias por poder ver el botafumeiro en funcionamiento, dejaba ver en nosotros acción de gracias y ofrenda por lo vivido. De 9 a 10 de la noche, cuando la catedral ya está vacía, participamos en un rato de oración junto a otros peregrinos que acudieron. Pudimos gozar de testimonios estremecedores y de expresiones sencillas en forma de oración que brotaban del fondo del corazón. De nuevo la Palabra de Dios nos lleva a reconocernos testigos unos de otros de la fe en Jesús. El camino no lo hacemos solos. DEL 20 AL 30 DE JULIO DEL 2009, Inmaculada Villarrubia.