Hola a todos y cada una/o: han pasado varias semanas del cuarto encuentro, ¡sí! ya va hacer un mes, pero hay algo inolvidable: los temas compartidos, los talleres de trabajo, el compartir en los grupos pequeños, el grupo grande ¡cuánta riqueza compartida! Esas cosas que dejan tanta huella en lo más profundo de nuestro corazón, en nuestro ser personal, no se puede olvidar.
Hacen daño cuando andamos, nos pinchan los pies: algo así se sienten algunas palabras de las que hacen resonancia. A veces algunas de estas resonancias parecen piedritas de esas que se meten en los zapatos: a sí se quedan algunas freses en mi interior: ¿Qué hago con ellas? ¿Las tiro? Me parece que mejor las voy a acoger porque me llevan por buen camino y me recuerdan que abrirse a la verdad es condición indispensable para que la palabra empape la tierra, la fecunde y la haga germinar, para que dé simiente al que siembra y pan al que come (IS 51-10.) Abrirse a la verdad es hacerse transparente a Dios, a los otros y si mismo. Esto me recuerda el itinerario de Monte Carmelo. Esta experiencia me está marcando muchísimo. ¿Qué tiene Monte Carmelo que engancha? Benditito el día que comencé.
Un abrazo, Juani